Escuchaba con su botella de cuarto de ron barato, sentado en la plaza Guarello, dándole de comer a las palomas. Como todos los domingos, se sentaba a escuchar a los predicadores que, voz en cuello, acusaban a los transeúntes de pecados que no conocían a ciencia cierta, pero que seguramente habían cometido. Con la sonrisa oculta tras esos ojos de viejo jubilado de la Maestranza de trenes, veía como algunos se pegaban en el pecho y otros, los más jóvenes, cortaban cualquier expresión de juventud en su existencia con pantalones largos y faldas hasta la rodilla. Pareciera que ser libre es pecado.
Saltaban y hacían sonar sus “arpas y címbalos resonantes”, para alabar a Diosito, tan castigador y tan santo que se había puesto de nombre.
Cuando se marchaban, caminando por la calle del liceo de hombres de San Bernardo, siempre el viejo hacía el siguiente análisis: ¿Seré yo tan malo como ellos dicen?. A veces las palabras hacen mella, pero las escuchaba para que mellaran en él.
Luego de pensar un rato pasaba lista de sus borracheras, en los 40 años de fumador que tenía en el cuerpo, de las fornicaciones fuera del matrimonio con su, ahora, mujer, en la separación de su primera esposa al ser descubierto. Pensaba y pensaba, en sus hijos y en las veces que equivocó el camino con ellos, en las malas palabras, pero al final pensaba en que ellos, eran buenas personas, que pasaron por más recuerdos felices que tristes, poco importan los pecados, todos los cometemos. Al final, si existe un dios, no sería nadita de tonto, entonces nos haría entrar al cielo por lo bueno que hicimos y no por lo malo que dejamos de hacer…
Saltaban y hacían sonar sus “arpas y címbalos resonantes”, para alabar a Diosito, tan castigador y tan santo que se había puesto de nombre.
Cuando se marchaban, caminando por la calle del liceo de hombres de San Bernardo, siempre el viejo hacía el siguiente análisis: ¿Seré yo tan malo como ellos dicen?. A veces las palabras hacen mella, pero las escuchaba para que mellaran en él.
Luego de pensar un rato pasaba lista de sus borracheras, en los 40 años de fumador que tenía en el cuerpo, de las fornicaciones fuera del matrimonio con su, ahora, mujer, en la separación de su primera esposa al ser descubierto. Pensaba y pensaba, en sus hijos y en las veces que equivocó el camino con ellos, en las malas palabras, pero al final pensaba en que ellos, eran buenas personas, que pasaron por más recuerdos felices que tristes, poco importan los pecados, todos los cometemos. Al final, si existe un dios, no sería nadita de tonto, entonces nos haría entrar al cielo por lo bueno que hicimos y no por lo malo que dejamos de hacer…

Imagen: http://www.disenoemergente.cl/imagenes/proyectos/200704/Brigada_d_negro_20070420_Plaza_Guarello.jpg
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