"que el beso no era calidad del rough"
Mauricio Castillo
Se levantaba todos los días a eso de las 9 de la noche. Hacía dormir a sus hijos, ella, con cara de india hermosa, que como muchos, había tenido que venirse de su linda Imperial a Lo Espejo. Todas las noches era el mismo ritual:Caminar hasta la pieza, donde sus hijos la esperaban para el beso de las buenas noches, tomaban té solitos, para leche no había.Luego se valdeaba en el patio con agua fría. Se envolvía en toallas viejas, aguantando el frío que se colaba por las rendijas del cartón mezclado con plástico y cholguán.Se sentaba en la cama de los niños contándoles cosas inventadas por ella, de reyes, dioses, curas, y de su padre, que se había ido a la guerra y había muerto como buen soldado que era. A veces las mentiras son necesarias. Hechándose colores en la cara disfrazaba la piel canela, los razgos autóctonos, la pena. Lo ultimo que hacía era pintarse los labios, con el rojo intenso que la caracterizaba como Rubí. Era ya más parecida a las esquinas que a las madres.Sellaba su destino con un beso en la frente de sus hijos. Algún día lo entenderían: "el beso no era calidad del rough".Así salía en busca de la salida de la panamericana, a la altura de Watts. Sentada con otras tantas madres, hermanas, hijas, como ella, para hacerse la "plata pal pan".
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