miércoles, 30 de abril de 2008

Mañana de Liceo

El liceo está de tonos grices. Pareciera reconocer mi paso cansado, arrastrando mis huesos, cada vez más adentro, por la Alameda para luego adentrarme en las catacumbas de Cumming, a eso del 21 o del 29. Guarda hoy, está masa de vidas apiladas, respetuoso silencio para un hijo pródigo, el cual no tendrá vacaciones hasta que muera de cansancio y se llenará los pulmones de tiza, problemas e insultos de muchachos mal criados que creen que cinco años de universidad entrega similares conocimientos que una noche de ponceo. Hoy el lico me vio entrar muerto, con ganas de que se acabarta el mundo, a una sala en el último rincón abandonado del edificio donde abrí mi senda en estos derroteros. Adentro, fueron unas cuarenta voces, ochenta ojos, mil almas, las que pusieron atención e hicieron que valiera la pena el arrastrarme hasta acá y sentir que voy a morir haciendo lo que nadie más quiere que haga.

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