lunes, 25 de febrero de 2008
El derecho de vivir en paz
Todos los días se levantaba a eso de las seis, recitando una a una las letras que le enseñaban en la escuela, eran muchísicmas para un cerebro de unos 6 o 7 años, ojos rasgados y hambre urgente. Iba un momento a la escuela a mirar otra vez la tipografía rara y volvía al trabajo. Los Arrozales cubiertos de agua eran su vida, hasta que una lluvia de Napal le quito aquella apacible vida, lo montó en un árbol y fusil en mano cuidaba lo que unos ojos redondos, bien alimentados, y con muchos menos caracteres en sus abecedarios, querían arrebatarle por la fuerza.
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