Emilio se dedicaba a secarle la sangre a sus amigos. Era tan sencillo el proceso como escucharlos hablar, palabra tras palabra, por terrible que fueran. Al terminar, Emilio ya había hecho su trabajo. Les tenía seca la sangre, cicatrizada la herida y sus amigos eran más amigos que antes.
Pero un día Emilio no pudo oir más. Las orejas, coloradas por los siglos de historias pasadas, simplemente se le cayeron de la cabeza. Las recogió como un acto de fe en la medicina. Perdió todo el maravilloso poder que poseía. Las calles de Puerto Octay no fueron las mismas.
Subía y bajaba los pisos de la ciudad, sin más que tres colillas de cigarro comprado donde Teuber. Simplemente la paciencia llega hasta la esquina antes de salir del pueblo, Teuber queda un poco más acá no más.
Pasó años con las orejas en agua, esperando que llegase un médico. Jugaba ajedréz solo, sentado en la Plaza. Compraba leches naturales, vaciaba basureros, fumaba.
Un día, por obra de mágia apareció un médico. Se instaló una cuadra más abajo que "el berlin" (negocio prestigiado del lugar). Y Emilio llegó con sus orejas en agua para ser el primero en ser atendido.
-Estas orejas están en huelga.- Dijo el profesional
Entonces Emilio subió hasta su casa para meditar acerca del motivo de las orejas en huelga. Pensó en los besos furibundos y ardientes de las muchachas del verano del 92'. Pero claramente eso le debe haber gustado a las muchachas. También pensó en las horas de alabanzas sin sentido que escuchaba en la plaza de Pto. Octay. Mas desestimó la opción porque diosito no lo castigaría así. Por último pensó en sus amigos. Las orejas saltaron del vaso y marcharon por el cuarto en señal de clara protesta.
Es que estaban cansadas de escuchar los alegatos vanos de los muchachos. Que en ellas se acumulaba la cerilla y el pelo de la vejez...
...¿Cómo se abuenaron las orejas y Emilio?
La verdad todavía se escucha un sordo subir y bajar las calles de Puerto Octay en busca de una solución
Pero un día Emilio no pudo oir más. Las orejas, coloradas por los siglos de historias pasadas, simplemente se le cayeron de la cabeza. Las recogió como un acto de fe en la medicina. Perdió todo el maravilloso poder que poseía. Las calles de Puerto Octay no fueron las mismas.
Subía y bajaba los pisos de la ciudad, sin más que tres colillas de cigarro comprado donde Teuber. Simplemente la paciencia llega hasta la esquina antes de salir del pueblo, Teuber queda un poco más acá no más.
Pasó años con las orejas en agua, esperando que llegase un médico. Jugaba ajedréz solo, sentado en la Plaza. Compraba leches naturales, vaciaba basureros, fumaba.
Un día, por obra de mágia apareció un médico. Se instaló una cuadra más abajo que "el berlin" (negocio prestigiado del lugar). Y Emilio llegó con sus orejas en agua para ser el primero en ser atendido.
-Estas orejas están en huelga.- Dijo el profesional
Entonces Emilio subió hasta su casa para meditar acerca del motivo de las orejas en huelga. Pensó en los besos furibundos y ardientes de las muchachas del verano del 92'. Pero claramente eso le debe haber gustado a las muchachas. También pensó en las horas de alabanzas sin sentido que escuchaba en la plaza de Pto. Octay. Mas desestimó la opción porque diosito no lo castigaría así. Por último pensó en sus amigos. Las orejas saltaron del vaso y marcharon por el cuarto en señal de clara protesta.
Es que estaban cansadas de escuchar los alegatos vanos de los muchachos. Que en ellas se acumulaba la cerilla y el pelo de la vejez...
...¿Cómo se abuenaron las orejas y Emilio?
La verdad todavía se escucha un sordo subir y bajar las calles de Puerto Octay en busca de una solución
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