viernes, 16 de mayo de 2008


El olvido cicunstancial me tomó por asalto en muchos lugares simultaneamente. Como un sortilegio bienvenido cayó corononándome con agua y pan sobre los hombros, a la altura del pecho y la espalda. Cedió un peso momentaneamente, salió caminando una bandada de pájaros coloridos y deformes desde mi sien. Me acompañó un relajo, cuentos decapitados, extras maneras de decir lo que no había visto, manifestaciones cósimicas de un orden perdido entre caracteres y simbolos inexcrutables, como una adivinación irreconocible o una lata de cerveza helada. De verdad es fácil caminar sin los pantalones abajo, avanzar danzando, recluirme en ochocientos pesos incendiaros de espíritu. Así venirme a mí un resto y ocuparme de cosas mundamente divinas. Quien sabe cuanto durará esta mejoría, la verdad hay migraciones que suran un invierno o troda la vida.

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