Si no se documentan las experiencias, estas se van por el aire, eso lo saben todos los investigadores. Esta es una historia que no pecará de científica, pero que si puede transformarse en un buen documento para ser citado en algún estudio, ojalá contra capitalista, de mercado o marketing o quizás que cosa.
Yo soy profesor de un liceo muy pobre, en una comuna muy pobre, que tiene recursos por comercio y transporte interurbano, pero que claramente no los invierte en la educación de sus jóvenes.
En este liceito, como muchos otros peligrosos y prioritarios hay en nuestro país, viví una experiencia bastante desagradable con un par de estudiantes. Sumado a eso no tenía el colchón propio de los profesores, que son los paradocentes, etc. Cosa que hizo más caótica la situación, me dejó enojadísimo con el mundo, sin ganas de seguir ejerciendo, deprimido, enrabiado, impotente, odioso.
Hoy, día previo de navidad, me he juntado con mi hermosa novia, la cual me acompaña a comprar regalos de navidad. Hasta ahí casi natural, pero acá viene el asunto. No puedo concentrarme en las compras, la rabia me sigue acosando, quisiera haber actuado de otra manera, haberme manifestado fisicamente, como pude haberlo hecho, pero no lo hice por mi "vocación". La cosa es que estuve bastante rato en silencio, desatendiendo a un ser maravilloso por culpa de un par de nefastas injusticias sociales capitalistas.
Yo y mi rabia entraron al Mall y aconteció lo maravilloso. Caminé por las tiendas y la rabia se transformó en interés. Tarjeta en mano me hice de preciosos regalos para mis seres queridos. Un gorro, un diario de vida, un cuadro, un libro, que hermosa experiencia, me maravillé de los precios y de como el gesto de intercambiar dinero por cariño me hizo sacar la ira natural ante la situación que ahora mismo ni recuerdo.
Es verdad, uno puede sacarse la rabia, la pena o imbuirse de felicidad artificial comprando, haciendo tiritas una tarjeta plástica que tiene números como 1 y 0 apilados por montón. Uno no ve el billete y por eso lo puedo soltar más fácil. Entiendo ahora las terapéuticas convulsiones que sufre, o que gozan, algunas féminas en pos de su tranquilidad espiritual.Descargué todo y volví a ser un buen pololo, me normalicé, de manera natural, armónica con la sociedad, metido en esas simulaciones de plazas públicas, obsenas de exposición de productos que hoy me dediqué a alcanzar. No me sentí más poderoso, no me sentí mas millonario, sino que sentí el espíritu de la navidad, dar para recibir (un mercado cualquiera), corriendi por mis venas, como un gran tapón de consumo que evitó que siguiera irrigándose de ideas destructivas mi corteza cerebral.
Almorcé más tranquilo con mi polola, ella es maravillosa no cabe duda. Gasté otro tanto en comprarle un helado, un gusto que disfrutamos juntos. Me fui disolviendo en el mar de gente que caminaba apaciblemente por el mall. Ahora se porque los pobres son antisociales y violentos, porque ellos no tienen la maravillosa experiencia de poder dilapidar su futuro trabajo en pos de una tranquilidad temporal ahora. así fue como volví a la normalidad.
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